NUEVA SION/MAYO 2010
TEATRO
“Esa extraña forma de pasión” de Susana Torres Molina
UNA ESPECIALIDAD QUE MULTIPLICA MIRADAS
POR RICARDO FEIERSTEIN
Una de las mayores dificultades que enfrenta un arquitecto ante sus comitentes consiste en transmitir, con lenguaje verbal, la riqueza espacial que ha imaginado para el proyecto solicitado. Maquetas o perspectivas seguramente ayudan pero, en casos como la puesta teatral que da origen a esta nota, solo puede recurrirse a las palabras y a la imaginación del lector.
El (virtual) escenario es ancho y muy alargado, por toda la extensión de la sala. Frente al mismo se ubican los 50 o 60 espectadores que ingresan por función, también forma longitudinal. A su vez, el tablado esta dividido en tres partes, sin limites entre ellas y con estenografías diferenciadas: la pieza de un hotel-alojamiento donde se oculta una pareja de guerrilleros a punto de ser apresados (Situación Los Tilos”, finales de los ’70), una oficina amueblada en la que conviven una militante presa y dos de sus captores (Situación Sunset”, un año mas tarde) y el living de una exitosa escritora que acaba de publicar su nuevo libro y es entrevistada por un periodista (Situación Loyola, época actual).
Acción y diálogos saltan alternadamente de una a otra trama pero, de manera singular, personajes de cada relato pueden circular por otros tiempos y territorios o cruzar los bordes de las diferentes acciones, como si fueran partes de un único organismo. El origen de esta obra, como señaló la autora en un reportaje, fueron tres cuentos diferenciados, cuya unión y combinación en el espacio –a través de un montaje audiovisual- provoca una explosión de resignificaciones en el entramado que sobrevuela “esa extraña forma de pasión” que fueron los años ’70 argentinos.
LOS TRES ESPACIOS
No revelara la totalidad del argumento saber que en el Espacio 1 la pareja de compañeros combatientes (hasta entonces dos desconocidos) discutirán por el sentido de una contraofensiva (montonera) ordenada por los dirigentes, que los esta aniquilando como moscas, algo que la muchacha se niega a seguir aceptando. En el Espacio 2, claramente el campo de concentración de la ESMA, un par de marinos se divierten con una detenida judía, que ha decidido colaborar para tratar de salvar su vida. Nunca se aclaran los límites de esa sumisión: ella clasifica fichas de libros confiscados en bibliotecas de los secuestradores y mantiene una relación sexual con uno de sus torturadores, mientras el segundo pretende compartir también esa situación. En el Espacio 3, mientras tanto, un periodista entrevista a la escritora –una detenida-desaparecida sobreviviente-, que se niega a hablar de su pasado e insiste en contestar hacia delante sobre temas literarios cuando, en realidad, quien la reportea es hijo de uno de sus antiguos compañeros y pretende averiguar datos sobre ese padre que nunca conoció y que murió detrás de una fantasía absurda, según su punto de vista.
La estructura fragmentaria de la obra plantea mas interrogantes que respuestas: desplazamientos, asociaciones, multiplicaciones de sentido, para deconstruir una perpestiva distinta de aquellos años terribles. Cada personaje esta guiado por su propia interioridad y aun en el caso de los mas repugnantes, los torturadores extorsivos, se abren matices de cierta humanidad que los revelan como seres distintos, un punto de vista que, seguramente, provoca mas de una incomodidad en los presentes. Todo parece remitir al conocido caso de la militante montonera judía que, muerto su marido ante sus ojos, se relaciono sentimentalmente con su torturador –un oficial de la marina- y hasta el día de hoy siguen viviendo en España (historia que fue también motivo de una novela de Liliana Hecker, compañera de escuela de aquella mujer).
VERSION POLIFONICA
La realidad, entonces golpea de continuo las puertas de la imaginación teatral. Una cristalina sugerencia- quizás abusiva, porque no se explicita en ningún momento- es que los diversos espacios resumen capítulos de una misma trayectoria personal: la joven montonera del hotel-alojamiento puede ser luego la prisionera que elige entregar cuerpo y mente para sobrevivir y, al final, esa grafómana que recurre a su traumática experiencia para sublimar en letra escrita un pasado al que no quiere volver.
Si eso fuera así, completaría la lotería saber que el padre del periodista, por quien este requiere noticias, es precisamente el militante que compartió con ella la primera secuencia, que morirá en la tortura mientras su casual pareja de hotel decide colaborar y seguir viviendo. O, quizá, solo se trate de arquetipos diferenciados para la historia común a toda una generación
La originalidad formal de esta versión polifónica aporta nuevos andariveles en la transmisión de ese tiempo de horror. El testimonio se convierte en estimulo para la memoria y reflexión sobre el pasado. No abre juicios de valor sobre los protagonistas -¿Quién puede asegurar que no hablara al ser torturado o no tratara de salvar su vida?-, elude posibilidades de identificación y, con calculada ambigüedad, retoma un tema todavía poco transitado en el teatro argentino. Una forma de hacerse cargo de ese pasado, poder elaborarlo, visualizar huellas que llegan hasta la actualidad y muchos prefieren no ver.
Seria redundante mencionar la excelencia de los aspectos técnicos: escenografía, luces y sonidos que posibilitan el cuidadoso entramado de escenas, así como la convicción que entrega un elenco de actores y actrices poco conocidos, pero muy eficaces. Una puesta difícil de ver, pero al mismo tiempo necesaria.
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