Comentario de la obra de Luis Kon - Abogado - Ex Defensor de presos políticos


Intentar una revisión crítica de la década del 70, que reflejando los contradictorios rasgos de un ser humano en situaciones límite, perfile las figuras de los militantes de esas epopeyas y los despoje de una descripción idealizada, que bajo el pretexto de exaltar su heroísmo los deja librado a los archivos de relatos escolares cargados de escepticismo y aridez, es una tarea cargada de dificultades.

La obra de Susana Torres Molina, ESA EXTRAÑA FORMA DE PASION, forma parte de esos intentos.

Interesante y sólida manera de plasmar en una fórmula teatral, una mirada novedosa, provocadora y abierta para un debate, sobre las variables que el desarrollo de la lucha armada, generó en la década del 70 el carril medular por donde circuló, para respaldarlo o impugnarlo, uno de los proyectos políticos más ambiciosos que se propuso transformar nuestra sociedad.

Su fracaso, hizo de los perdedores una combinación de héroes y víctimas, sin otros matices que exteriorizaran rasgos mucho más corrientes y humanos, indagando en los padecimientos que atravesaron.

En tres planos simultáneos la puesta enlaza varias situaciones demostrativas de este doloroso fenómeno.

Un militante encerrado en el dogmatismo que lo sostiene bajo esos mecanismos acríticos que tanto el ERP como MONTONEROS fomentaron para articular una suerte de revolucionario profesional que digería todo ya pensado por las direcciones, hasta el punto de descartar apriorísticamente cualquier duda sobre el futuro que se avecinaba o el presente que lo perturbaba. Sin domicilio ni aguantadero que lo proteja, se refugia en un hotel alojamiento donde no le piden documentos, con otra militante que ya ha sido ganada por el principio de realidad y se plantea abandonar la organización.

Una militante cooptada por la Marina a través de dos oficiales que se la disputan como amante y la participan de experiencias tan perversas como llevarla a cenar afuera en Navidad o permitirle hablar telefónicamente con sus padres para dar pruebas de vida.

Una sobreviviente cuya salvación provoca sospechas en el hijo de un desaparecido que quiere una explicación sobre los motivos por los cuales su padre murió y la mujer no.

Uno preferiría pensar que la dramaturgia podría aclarar que se trata de situaciones imaginarias y que cualquier similitud con la realidad, es pura casualidad, como rezaban las tradicionales apostillas de antaño.

La tragedia es que no y que todo esto pasó. Y que puede dejarse atrás el silencio honrando a todos y cada uno de los que formaron parte de estas gestas, reconociéndolos con las mismas virtudes y vicios que los llevaron a esos desenlaces que se muestran en el escenario.

En esto la obra tiene un mérito inmenso porque con recursos que parecen simples, se interna en un terreno tan denso y complejo, que a varios días de haberla visto, todavía sigo registrando pensamientos y sensaciones que me tocaron mientras estaba allí.

No es para disfrutar porque sería un verbo descolocado en ese contexto, pero si para pensar y sentir.

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