Entrevista a Bela Arnau

¿Cómo surge la idea de ser actor? ¿Cuándo lo decidiste?

A la pregunta por el origen hay que advertirle que toda biografìa -y más aún cuando se pretende de sí misma, es decir, autobiográfica- está en una incesante reescritura. Es provisoria y atentos, cuando miente dice la verdad. Voy a contarte no cualquier escena, sino un VHS infantil que se me repite. Hace muchos años cerca de un pueblo de provincia, estamos con mis hermanos mayores subidos a la cima de una pila de escombros. Mis padres habían resuelto derribar el estanque que era nuestra pileta y encima después nos prohibieron acercarnos a lo que ahora era su desorganizada tumba. El derrumbe había dejado creativamente vetas que sugerían toboganes por donde bajar. La tentación obligada: tirarse. Como mis hermanos no se animaban, yo me ofrecí al sacrificio. Casi al final del recorrido, un masacote de hormigón se encontró con mi frente. Me abrí la cabeza, feo. La herida que condecoraba mi valentía también me vendía ante los ojos de mis padres y al cuidado de la medicina pueblerina. Desde entonces, actúo.

¿Quienes fueron tus maestros?

Todos a los que imité, copié y robé gestos, acentos, tonos, tics, defectos, modos de colocarse, silencios. Me ganaba algo de cómo lo hacían, me fascinaba, me fascina. La actuación -en cursos privados- me dio recursos técnicos para apropiarme mejor de todo eso. "Eso" que es nada menos que una tradición escrita en el cuerpo. El modo que tiene el cuerpo, y en este caso el de los argentinos de repercutir y expresar sus emociones, padecimientos y miserias. En general los rasgos que me atraen suelen ser exagerados. ¿No sería posible desde acá pensar la insistencia -si existe- del actor argentino?, pero decime ¿a quién le importa hoy pensar lo que la actuación revela de lo argentino?. Alguien habla demasiado rápido o grave ponele, o cómo se para el mozo, por qué se pone así las manos en el bolsillo mi jefe. Son cosas tontas, pero que me advierten como el pincel de Goya que en lo deforme, en lo corrido de la norma es más fácil entender el trabajo machacador de la forma. Tengo la esperanza de que quizás el trabajo que le agrego como actor, redima esos pequeños gestos y personajes de esa modalidad de la memoria que es el olvido.

Además de actuar ¿Participás activamente en otras áreas artísticas? ¿Dirección, dramaturgia, música, etc?

Durante mucho tiempo padecí la fragmentación de mi sensibilidad. Me tiraba en cuanto curso veía abierto. ¡Y en Capital hay tantos! Quise ser pianista, escritor, filósofo, actor, director, poeta. Afortunadamente tenía un límite infranqueable: la pintura. De chico observé que pinto mal. Ese era el No que sostenía y sostiene todos los sí. El problema es que los cursos se acaban pronto, y ahi se le abría la chance a mi sensibilidad de cambiarme el rumbo y alejarme de la disciplina. Mi deseo no se podía fijar en nada. No podía ser realmente bueno en nada. Viví durante mucho tiempo esta desorientación. Todavía la padezco, y creo que la voy a padecer siempre. Uno vive como un ex adicto, sabe que la verdadera rehabilitación la obsequia la muerte.

Contá sobre tu último trabajo teatral. ¿Sigue en cartel?

Mi último trabajo fue La Maciel, de todas la más cruel. Un trabajo que fue la venganza contra la dispersión a la que me refería recién. Ahí actué, dirigí, hice la música, el texto y el concepto espacial. ¿Todo? Nunca alcanza, lo que sí: cansa. Mucho, el año pasado sentí un cansancio que fue lo más parecido a la muerte. Fue terrible, como la belleza. Rilke dice que lo bello es el comienzo de lo terrible, justo hasta donde podemos soportar. Es cierto todo ángel es terrible, y la Maciel fue y es justamente una experiencia de la muerte, de la pasión, del sacrificio y el amor. Una experiencia de lo sagrado, digamos. Por eso me cuesta tanto hablar de ella, porque parece que nada podría dar cuenta de esa experiencia más que el haberla vivido. Y eso sólo lo compartimos los que la hicimos, porque nos entregamos completamente a ella y a los que la vieron después. Nosotros no la vimos. El año que viene quizás retomamos.

¿Que fuiste a ver al teatro que te haya dejado un fuerte impacto?

Dos cosas, muy puntuales. En dos obras encontré algo que no entendí pero me pareció -por esto mismo- muy atractivo. Tengo también dificultades para nombrarlos, porque se trata de lo que yo entiendo como fracturas expuestas con respecto al teatro argentino. La primera es ¿cómo decirlo?¿la actuación? ¿el personaje? ¿el procedimiento? ¿el estilo? de Analía Couceiro en Medea que dirige Pompeyo. Compuso algo fantástico, ella y Pompeyo. Desde los nombres con los que cuenta nuestro vocabulario teatral, no hay oferta para esta experiencia. Viéndolo da la sensación de que tocaron el hueso de algo. Me hizo y me hace pensar muchísimo. También cómo esta armada la obra 124. Creo que ambas comparten cierta relación, aunque de modos distintos, con lo coreográfico. Eso fue lo que me atrajo ¡eso!. Porque ahì está cifrado el material con el que se organiza el encadenamiento inexplicable pero coherente de acciones que constituye un ritual.

¿Y en literatura?

Me lastimaron dos escritores, en realidad, sus universos poéticos. Viste lo que antes decía del ritual, bueno, Mario Bellatín. Y la poesía de Paul Celan me hace pelota. Con lo que estoy muy enroscado es con la literatura húngara y feliz porque en Cuba conseguí textos preciosos que la Revolución tradujo a montones y acá ni siquiera sospechaba que existían. Viste que al principio hablaba de derrumbes, y eso mismo lo que leo. Es de donde viene mi nombre artístico, Bèla, un nombre típicamente húngaro. Sería largo de explicar pero Bèla se entiende a partir de la disolución del imperio austro-húngaro. Yo estoy en transferencia artística con esa tradición. Cartoneo y trafico con esos escombros de la cultura occidental.

¿Cómo te preparás para el 2010?

No suelo preparar mucho. El sueño me agarra dormido. Y en general si preparo es para fracasar esos planes y perderme en sus desvíos. Quizás por temor a burocratizarme, o por cierto romanticismo al desequilibrio. No sé. Donde sí no me permito eso es en el trabajo. Pretendo conseguir un trabajo que tenga más que ver con lo que hago, o al menos que me deje disponible más horas para dedicarme a esto.

¿Qué podrías decir de Esa extraña forma de Pasión?

Que es un proyecto en el cual aprendí y estoy aprendiendo mucho. Entre otras cosas, porque es el primer proyecto en el cual sólo tengo que hacer una cosa: actuar. Una novedad para muchos actores que conozco. Entonces toda mi atención está moridiendo eso. Los hallazgos técnicos son enormes. Y por otra parte, como es una obra distinta -desde el texto y puesta- a la que yo estaba acostumbrado, aprendí algo que es quizás tonto u obvio para muchos: cada obra precisa de determinado tipo de actuación. Y esto para mí es tan revelador, tan. Felizmente, falta muy poco para que ingrese al diálogo aquel para quien estamos trabajando desde hace varios meses: el público. Creo que entonces vamos a comprender mucho mejor esta experiencia. A él, prometerle que así como nos entregamos a este trabajo, el mismo o más ofrecimiento los va a recibir cada función que hagamos.

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