Comentario de la obra de Carlos Gabetta - Escritor y Periodista



Susana y su equipo han hecho un notable trabajo. No es fácil hacer el recorte
de una realidad tan compleja como la que se vivió en Argentina en los años 70
y culminó en el golpe de Estado, sin caer en el maniqueísmo, el
sentimentalismo, las glorificaciones o condenas sin apelación. En la obra está
todo en su lugar. Hay buenos y malos, pero todos son seres humanos. Las
puesta, sencilla e impecable. Los actores excelentes todos. Obra pequeña y muy buen teatro;
o sea, doble mérito. Excelente aporte a la comprensión de esos dolorosos años argentinos.

Carlos Gabetta.

Crítica - Leedor.com - Lara Esteverena

Esa extraña forma de pasión

Por Lara Esteverena

Esa extraña forma de pasión

De Susana Torres Molina

Elenco: BÉLA ARNAU, FIORELLA COMINETTI, EMILIANO DÍAZ, PABLO DI CROCE, ADRIANA GENTA, GABI SAIDÓN, SANTIAGO SCHEFER

Dirección General: SUSANA TORRES MOLINA

En El camarín de las musas, Mario Bravo 960, Capital Federal Teléfonos: 4862-0655

Funciones: sábados 22.00 y domingos 20.30

Entrada: $40, jubilados y estudiantes $25

Un pasado que no deja de inquietar es un pasado que pervive como vacío inmodificable. O bien, es un pasado traído al presente a través del accionar de la memoria. Esa extraña forma de pasión, instala la acción en la grieta individual y colectiva, que pautó aquel ayer en la sociedad contemporánea.

La obra se compone de tres situaciones que divergen en sus coordenadas espacio-temporales, pero que aparecen sincrónicas, unidas por el eje de lo acaecido durante la última dictadura militar. Es a partir de la primera, la “situación Loyola” esbozada en el tiempo actual, que el pasado irrumpe iluminando las demás. Ubicadas a finales de los años setenta, las situaciones “sunset” y “los tilos”, presentan dos mundos maniqueos. El espectador es invitado a acompañar los miedos, tensiones y pasiones, inherentes a las víctimas y a los victimarios.

La elección de la sala longitudinal es ideal para el planteo escénico. Las tres historias son contiguas: cada una ocupa un espacio, delimitado por muebles que conforman el universo ficcional. A partir de una sintaxis casi cinematográfica, Torres Molina genera un cruce: un montaje y una relación entre las instancias que al principio parecieran no afectarse entre sí. Se presenta entonces una tríada que tiene entidad en su unidad, desarrollada por un diálogo que transita entre la fragmentación y la continuidad. Asimismo, las historias se ensamblan por el motivo de los libros. Ya en el programa de mano aparece sugerido mediante un fondo borroso, que permite entrever una biblioteca corroída por las aguas del olvido, o las llamas del recuerdo. Libros encajonados en la escenografía, libros reclutados, libros escritos, libros leídos, libros aludidos.

Es remarcable la construcción de los personajes; seres que trascienden la frontera de lo individual, para constituir lo que pudo ser la subjetividad de una época. Los actores abren el espacio de la memoria colectiva, fundiéndose con respeto en aquella etapa agobiante.

Torres Molina deja en claro que no existe la univocidad en cuanto a los sucesos de aquel pasado, ni a los recuerdos que pueda presentar. Instaura este planteo -que muchos han preferido relegar a la comodidad del olvido- permitiendo que el espectador hilvane su propia voz en medio de una gran polifonía.

Publicado en Leedor el 2-03-2010

Critica Revista 23 - Luis Mazas



Invitación al debate sobre el pasado presente.

ESA EXTRAÑA FORMA DE PASIÓN

No habrá más penas ni olvidos

Por Luis Mazas

Victimas y victimarios de los dos extremos militantes de la generación setentista, entre las tinieblas del proceso, propias y ajenas heroicidades y agachadas. Susana Torres Molina, autora y directora, reclama en Esa extraña forma de pasión el pago de viejas deudas con los desnudos y los muertos por el terrorismo de los oscuros ’70. Un friso de tres situaciones desplegadas sobre el escenario, intervenidas con técnica de cine. El espectáculo ensaya en ese formato tres situaciones de un pasado no resuelto: “Sunset”, “Los Tilos” y “Loyola”, nacidos de sendas historias propias, unidas y sesgadas por la contigüidad y el desgarro, que el drama expone por medio de un tenso “montaje de edición” por corte alternativo, recurrente y fragmentario, recompuesto en una vigorosa sucesión de continuidad.

Torres Molina urge a saldar deudas pendientes que, desde alguna arista encallecida, nos rozan aún, lateral o frontalmente. El compromiso entre militantes en la clandestinidad; la ambivalente relación entre reprimidos y represores en los también clandestinos campos de detención, la necesidad de reconstruir hoy la identidad de hijos de desaparecidos, contra la duda que pesa sobre supervivientes sospechados de traición por delación o entrega. Torres Molina deja el juego abierto a un final polifónico, pero no unánime. Instala la sospecha de lo imposible que es una neta objetividad, esa mirada única sobre un pasado acomodado entre el recuerdo ingrato y la desmemoria intencional o piadosa, el escamoteo conformista. Acaso en algunos años más, cuando ya ningún testigo contemporáneo quede, se pueda emitir sin interferencia una historia oficial, única y satisfactoria, como cualquier simplificación.

Polémica, ácida, dolorosa, aguda, Esa extraña forma de pasión funciona como despertador de la memoria activa. Formalmente es un ejercicio de estilo logrado y atractivo en su búsqueda experimental, que la autora y puestista pudiera intentar retener en formato de video, cuyo lente recupere la percepción de un observador arquetípico; su alter ego. El teatro será siempre un insuperable concierto de desconciertos, interrogantes y resonancias polifónicas, que los medios mecánicos, interactivos, multimediales, no podrán elevar sin mengua, por sobre su reflexión coral.

Comentario de la obra de Denise Najmanovich - Epistemóloga - Investigadora - Docente



“Esa extraña forma de pasión”,nos presenta un escenario múltiple y sutilmente facetado sobre un época que suele pintarse solo en blanco y negro y en trazos gruesos. El texto y la acción se mueven en un rango donde la emoción y el pensamiento pueden conjugarse, evitando la catarsis sentimental y la intelectualización, navega por aguas profundas, intensas y movedizas. La trama del tiempo en tres escenas simultáneas y, paradójicamente, sucesivas a la vez, nos va llevando en una narración no lineal, compleja y a la vez accesible, directa y de comprensión tan visceral como cerebral.
Denise Najmanovich

Comentario de la obra - Alejandro Giles - Director Teatral


Susana Torres Molina trabaja con coherencia y fuerte intención, entre su texto y su puesta; involucrándonos en un sin fin de signos cargados de información profunda, como pocas veces se presenta en nuestro teatro. Su "Extraña forma de pasión" nos acompaña sin golpes bajos ni extremas parcialidades a un despertar de conciencia, nutriéndonos de humana compasión.

Alejandro Giles

Nota de Diego Martinez de Pagina 12 - Memorias de Puerto Belgrano


Esta nota fue la imagen disparadora para escribir la primera situación dramática “Sunset” de “Esa extraña forma de pasión”

Memorias de Puerto Belgrano

Página/12

En la mayor base naval del país funcionó un centro clandestino. Treinta años después, mientras en Bahía Blanca y Punta Alta se ignora su historia, Página/12 publica por primera vez el testimonio de una sobreviviente.

Por Diego Martínez

Puerto Belgrano, anochecer del 24 de diciembre de 1976. Los guardias del centro clandestino deciden celebrar Navidad con un grupo de secuestradas. Son unos quince marinos. Hay vino abundante y vitel thonné de entrada. De fondo suena un tocadiscos a todo volumen. Las cautivas se sientan a la mesa con vendas en los ojos y grilletes en los talones. Por caridad cristiana les quitan las esposas. A medianoche los represores escuchan los petardos de Punta Alta, descorchan sidra y las obligan a bailar. Mujeres cautivas, con vendas y cadenas, obligadas a danzar con sus verdugos, soldados de la Armada Argentina que no ocultan sus carcajadas por la dificultad de sus víctimas para moverse en ese infierno. La tortura psicológica complementa a la física. Sólo dos mujeres sobrevivieron para contarlo y una murió tiempo después. La otra confiesa: “Cada Navidad me quiero morir”. Y por primera vez en treinta años acepta hacer público su testimonio.

Puerto Belgrano, a 30 kilómetros de Bahía Blanca, es el mayor asentamiento naval del país. Cuna de los conspiradores que bombardearon Plaza de Mayo en 1955, símbolo de persecución ideológica durante el último medio siglo, no parece casual que su historia permanezca inédita. A diferencia de otros emblemas del terrorismo de Estado como la ESMA (reinaugurada en Puerto Belgrano el mes pasado, ahora como E.S.A., Escuela de Suboficiales de la Armada) o la base de Mar del Plata, sobre los cuales existen infinidad de testimonios y represores identificados, nunca hasta hoy trascendió el relato de un sobreviviente de Puerto Belgrano. Tampoco la justicia parece cercana. Pese a la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de impunidad y tras una presentación de H.I.J.O.S. Capital como querellante, el juez federal Alcindo Alvarez Canale se excusó por su parentesco con un marino investigado y el conjuez Francisco Gros, elegido por el primero sin el sorteo que exige el Consejo de la Magistratura, lleva dos meses sin resolver un pedido de recusación en su contra.

En el pago chico apenas se sabe que en los días posteriores al golpe varios dirigentes peronistas fueron interrogados en el buque “9 de Julio”. Nada se conoce sobre otro barco, desmantelado, copado por ratas pero custodiado por marinos, que durante meses alojó a cautivos trasladados desde la ESMA y Mar del Plata. Mucho menos sobre el centro clandestino que funcionó en la séptima casamata (bóveda donde se guarda material bélico) de Baterías, la vecina base de los infantes de marina. Allí transcurre esta historia.

La foto de Evita

Martha Mantovani fue secuestrada en noviembre de 1976, en pleno centro bahiense, por una patota de marinos que ocultaron sus rostros con los cancanes de sus esposas. “Había caminado media cuadra desde la librería donde trabajaba cuando sentí un culatazo en la cabeza. Iba con mi hija y un muchacho, que quedaron paralizados. Me tiraron en el piso de un Falcon negro, me cubrieron con una manta y me pisotearon con borceguíes”, recuerda. Además de terror sintió risotadas y una botella de whisky que pasaba de mano en mano. Luego, capucha y media hora de viaje.

Al llegar a destino percibió un declive, una especie de cochera subterránea. “Me desnudaron y me llevaron a un corredor largo. Antes de sacarme la capucha encendieron una luz potente. Me hicieron abrir los ojos y entonces vi sobre una pared el escudo peronista, la foto de Evita y graffitis del ERP y Montoneros. Después volvieron a encapucharme, me colgaron con grilletes de los pies, cabeza abajo, y en esa posición me interrogaron durante tres horas.”

Al día siguiente reconoció la voz aterrada de Diana Diez, su compañera de trabajo en ENTEL y colaboradora de Cáritas, la otra sobreviviente de aquella Navidad. Ambas habían integrado un grupo de empleados que el año anterior había desplazado al histórico secretario de la FOETRA local. “Diana lloraba y rezaba todo el tiempo, le decían ‘la virgen’. Murió poco después de salir y declarar ante la Justicia.”

Desde el comienzo Martha supo que estaba en la base naval. “Por debajo de la venda pude ver las anclitas del escudo de la Marina de Guerra en los platos de lata, en los vasos, en los grilletes. También me dieron una ‘aspirina naval’, según leí en el sobre.” Reafirmaban su certeza las salidas al patio arbolado donde cada día se ensayaban simulacros de fusilamiento, o bien hacían parar a los secuestrados al sol hasta desvanecerse. “Era un espacio amplio, de arena gruesa, cascotitos y conchillas. Sentíamos el olor de los eucaliptos y el ruido de las hojas. Por el chillar de las gaviotas sabía que estábamos al lado del mar. Se sentía ruido de aviones, helicópteros y camiones. Pasaba un tren por la mañana y otro por la tarde.”

El edificio, dedujo pese a la capucha, tenía al menos tres niveles. “En el primero había un corredor largo. Al costado, boxes de paredes bajas, precarias, intuyo que levantadas sólo para separar a los secuestrados. Había una enfermería y, al costado de la galería, el baño químico con la ducha, una gran caja metálica que traían con un tractor. En el segundo se realizaban los interrogatorios y en el tercero se torturaba. A esa sala, donde aplicaban submarino y picana sobre un elástico de flejes, se llegaba por una escalera externa”, recuerda.

Misericordia dominical

A los caracteres comunes a la mayor parte de los centros clandestinos (secuestrados tirados en el piso, con esposas, grilletes y vendas), los represores de Baterías agregaron sus toques de distinción. Por ejemplo, la misericordia dominical: en la base de los infantes de Marina se torturaba todos los días excepto los domingos, tal vez por ser el día que la feligresía católica reserva para la misa.

Los distinguía también el esmero en confundir a los cautivos para que perdieran la noción del día, la noche y el paso del tiempo: “Al rato de dormirnos gritaban ‘a levantarse, es la mañana’. Después se reían, volvíamos a dormirnos y otra vez lo mismo. Pasaron treinta años y todavía no puedo dormir tres horas seguidas”.

Los guardias se intercambiaban los apodos para no ser reconocidos. Entre los interrogadores sobresalían Legui y Rubio, alias que ¿sólo en la ESMA? usaba Alfredo Astiz. Junto con Cacho (oficial culto con olor mezcla de perfume y tabaco fino), ambos tenían autoridad sobre el resto. Entre los torturadores se destacaban el Turco y Leona. “Los guardias eran unos quince y estaban siempre borrachos. Usaban alias como Jaime, Negro, Tierno, Laucha, García, Tornillo, Jimmy, Viejo, Pájaro y Carlitos. También iba un enfermero a limpiarnos las úlceras en los tobillos y a ponernos gotas en los ojos.”

Otra peculiaridad de Baterías fue que la música no se usaba para silenciar las torturas sino para amplificarlas. “Transmitían los gritos de los torturados por los mismos parlantes del tocadiscos, para que todos escucháramos.” La música día y noche fue una constante hasta el último día de cautiverio. “Recuerdo a los Quilapayún, a los hermanos Parra y un tema de Nino Bravo llamado ‘Libre’.” Esos discos eran parte del botín de guerra robado en la casa de Cora María Pioli, secuestrada días después de recibirse de profesora en Letras en la Universidad del Sur, aún desaparecida.

La tortura psicológica en manos de la Armada no tuvo límites, incluso con aquellos enemigos a quienes resolvieron dejar con vida. “Una mañana lluviosa que nunca voy a olvidar, un guardia leyó en voz alta los avisos fúnebres del diario y entre los fallecidos incluyó a mi padre. Nombró a toda mi familia, sabía los nombres. Cuando salí comprendí que era pura saña: mi padre estaba vivo.”

Comentario de la obra - Victor Winer, dramaturgo




Un espectáculo sin baches, muy bien las tres cosas: escrito, actuado y dirigido.
Te felicito, me encantó. Mucho mas a la luz de abordar un tema tan difícil en nuestra sociedad.

Víctor Winer. (Dramaturgo)

Entrevista a Susana Torres Molina - El Argentino - 21/02/2010

ENTREVISTAS
ASTERISCO

"No me debo a ninguna obra"
SUSANA TORRES MOLINA

Susana Torres Molina
18-02-2010 / Siempre sintió que los 70 le pasaron por al lado. Pero desde hace unos años, quiso saber más y más, metiéndose en complejos laberintos como los que intenta desentrañar en Esa extraña forma de pasión.
Por Jorge Belaunzarán

¿Qué es el pasado? ¿Lo que fue, lo que se reconfigura, lo que está sin ser visto, lo que se activa ante determinada señal? ¿Configura el presente? ¿Hasta qué punto lo condiciona y por qué? ¿El presente lo reconfigura a su antojo y para su propio beneficio? ¿Mantienen ambos una relación dialéctica? ¿Simétrica? ¿Asimétrica? Las preguntas sólo pueden surgir porque el pasado está. En la epidermis, el cuerpo, la memoria, el gesto, el tic, el hábito, el acto reflejo. En algún lugar. El tema es saber dónde. Susana Torres Molina, escritora, dramaturga, tiene varias inquietudes al respecto. Aunque esas no fueron sus preguntas, su obra, Esa extraña de pasión, pueden servir para insinuar algunas respuestas.

-¿Dónde estarían hoy los setenta?

-Y, siguen estando en nuestra memoria, en nuestra conciencia diría. En muchos en una conciencia activa. Sigue estando en nuestros cuerpos, en el día de gran parte de la sociedad que está muy polarizada; sigue estando en los juicios, en todos los que están todavía libres, impunes, en la cantidad de madres que no han podido enterrar a sus hijos. Sigue estando muy presente.

-Eso sería la superficie, como lo que puede ver cualquiera.

-Cualquiera que le interesa este tema, porque para muchos es pasado, simplemente.

-Pero incluso los que no lo quieren ver pueden enterarse por alguna noticia en los diarios: Apareció un nieto. Se tienen que enterar. La megacausa, se tienen que enterar. Acusan a Cristina de Montonera, se tienen que enterar. La superficie es como lo que no se puede evitar ver. La pregunta apuntaba a aquello que queda en ciertos lugares del registro corporal, del gesto.

-Te puedo decir desde mi visión, porque es un recorte, obviamente, que elegí hacer, y ese recorte habla de dos situaciones que suceden en los 70 y habla de las consecuencias de esos 70 actualmente. Y tratando de que esto que ha sucedido en los 70 no se transforme en un revivir de un pasado que ha quedado estático sino como una conciencia de alguien que en el 2010 decide trabajar sobre esos temas, y acompañada por un equipo artístico, que a su vez también aportó. Creo que es una manera de verlo desde el hoy, y lo que intenté fue tratar de evitar los lugares estereotipados. De evitar que todo fuera banco o negro, trabajar más sobre la estética de la complejidad en lo subjetivo. Hay una sobreviviente que fue una víctima y es una víctima, pero también es un testigo, y también una persona; hay un represor pero es una persona; hay militantes pero que también son personas, y cada una con su propia subjetividad, con dudas, contradicciones, miedos. No trabajar sobre figuras monolíticas donde la víctima es solamente víctima y el represor es solamente represor. Eso lo hemos visto, mucho, en diferentes propuestas que se han dado, que no han sido tampoco tantas, en relación a estos temas. Donde no había fisuras en la presentación de este tipo de personajes. Se han estrenado infinidad de obras que hablan del nazismo, que fue una de las razones por las cuales a mí me pareció que ya era momento de hablar de lo que había sucedido acá después de 30 años, y de hablar de lo que sucedía acá en los campos. Y hablar de situaciones tan inquietantes como lo que sucedía sobre todo en la Esma, donde se dieron situaciones muy particulares entre represores y prisioneros, donde había staff, mini staff, había gente que estaba en un proceso de recuperación; por eso también que en ese campo es donde más sobrevivientes hubo. Y fueron situaciones muy complejas. Y quedaron muchos testigos para justamente relatar eso. Y a veces esos testigos son hasta incómodos, porque dan cuenta de cierta complejidad que hubo. Dan cuenta de muchos que se quebraron, otros que no, de relaciones afectivas entre represores y prisioneras, que rompe un poco ese modelo de militante heroico y nada más que eso. Que por supuesto hubo militantes heroicos, pero no solamente eso. Creo que pasado un tiempo durante el que era necesario a lo mejor caer en estas polarizaciones, porque es el primer momento de la denuncia, del salir hacia fuera. Pasadas ya tres décadas, creo que se puede empezar a hablar. Como lo han hecho muy bien los alemanes del nazismo. Hablar más de ciertas fisuras, grietas, contradicciones, todo lo que hace a ver de una manera mucho más compleja y desde diferentes puntos de vista este tipo de situaciones que han sucedido acá y que han sido tremendas.

-¿Con qué ojos se ve, con los que marcaron el momento o los que permite la perspectiva histórica?

-Traté de trabajar con los menos a priori posibles, sabiendo que este tipo de situaciones es posible, que este tipo de relaciones habían sucedido. Leí muchos libros, inclusive hice entrevistas a personas que habían estado en la Esma. Fundamentalmente trabajando situaciones de personas con las cuales no me sentía con ningún derecho de poder juzgar. Trabajé sobre un tipo de relación (deben haber existido un montón y muy diferentes), sobre una que fue una suma de varios relatos que había escuchado y leído más mi propia imaginación; pero siempre sin emitir ningún valor de juicio. Para alguien que está tan vulnerable, y con tanta indefensión, cualquier gesto amable es muy difícil de rechazar. Para mí eso fue como una guía, una brújula importante. No emitir ningún juicio y no tener ningún derecho a juzgar a alguien que está viviendo ese tipo de situación. Y que si hay algún gesto de protección, de cuidado, de amabilidad, de afecto, ¿quién es uno para juzgar?

-En la historia las fechas son muy importantes ya que los hechos y las decisiones que ellos provocan se analizan de acuerdo a las circunstancias que las provocan.

-Yo hice un pequeño recorte. Quise mostrar dos militantes muy jóvenes, ya cuando Montoneros había declarado la clandestinidad. Uno de ellos le pide a otro que lo acompañe a un hotel porque no tiene donde dormir, y todo sucede esa noche con estos militantes. Hay uno que está totalmente convencido, que va a ir hasta el final, mientras la compañera se da cuenta de que los están masacrando y se quiere abrir. Por un lado acompaña esa noche pero al mismo tiempo se da cuenta de que quiere huir. Y en esa conversación, esa tensión dramática entre ellos con diferentes puntos de vista, instalé la mirada de la militancia. Un poco lo que quería expresar era el desamparo: están sin plata, sin casa, ella dice por qué la conducción está afuera, él dice: son decisiones política; ella le dice: mi decisión política es que no quiero morir. En este diálogo de posturas disímiles es donde planteo la situación. Me interesaba hablar del desamparo en el que habían quedado los militantes. Con una conducción fuera del país, que de pronto mandaba resoluciones como que tenían que usar uniformes militares. Ella dice: cómo nos vamos a esconder entre la gente usando uniformes militares. Desde ese lugar muy sanguíneo y corporal decidí hablar de la militancia.

-Cómo fue el trabajo con los actores; la memoria histórica de ellos es distinta.

-Ellos no han vivido esto, nacieron a partir del '78. Digamos que para los personajes me interesé mucho en que fueran personajes complejos, ricos, que hubiera mucha acción dramática, que los textos pasaran pero a través del cuerpo, y de la situación. Todo esto que digo está en una confrontación potente entre ellos dos. Así que creo que para un actor ya le resultaban muy atractivos los personajes. Sabían del tema, y los que no sabían mucho me pedían bibliografía. Y realmente se pudo conformar un grupo, todos muy diversos, diferentes, pero se armó una energía muy potente y sólida de trabajo. A veces se te da y a veces no. Afortunadamente se dio porque estuvimos trabajando seis meses. Es un buen tiempo. Yo trabajé cada escena independientemente, o sea que trabajé con un grupo de dos, un grupo de dos, un grupo de tres. Cuando ya teníamos las obras independientes muy trabajadas y los personajes, ahí vino todo el trabajo de intercalar las tres situaciones, lo cual fue todo otro trabajo que nos demandó dos meses y pico. Las tres situaciones están en el mismo momento en escena. La escritora no se va nunca de escena. Y después está la del centro clandestino. Están muy próximos. Además esa convivencia genera, para el que lo ve, otro sentido. De pronto la situación del centro clandestino está casi pegada al hotel alojamiento y cerca de la escritora, que también podría ser como otro plano de sentido de que ella es la que está escribiendo toda esa situación; porque ella es la única que está en tiempo presente, como que lo que ella está escribiendo es esto que sucedió.

-¿Se debía una obra así?

-A mí no me convoca a la creación sentir que me debo algo, o estar presionada por algo. En un momento me surgen imágenes, ideas de lo que voy leyendo en los diarios y empiezo a anotar y algo se va de alguna manera conformando, y si el interés se sostiene querés averiguar más, entonces empezás a comprar libros y hablar con gente, y empieza a suceder así. Nunca dije me debo una obra. Sí pensaba, porque había ido a ver varias, que decía: ¿por qué seguimos hablando del nazismo con lo que sucedió acá que había 380 campos de concentración? Eso sí lo tenía como una guía. Y de pronto cuando algo te llama la atención y lo ponés en primer plano, se empiezan a acercar libros, gente, que antes, como no estabas focalizado, te pasaban de largo. De pronto descubrí que tenía muchos amigos que habían militado a los que nunca les había preguntado nada.

-¿Nunca militó políticamente?

-A posteriori, cuando volví del exilio. En ese momento estaba en pareja con Tato Pavlosky, no militaba en una organización, tenía ideas de izquierda y nos tuvimos que ir porque entraron a nuestra casa: la destruyeron, mis hijos estuvieron tirados en el piso, encapuchados y apuntados con ametralladoras. Como tenía dos hijos pequeños y no había entrado en la universidad creo que eso me mantuvo alejada de la militancia activa. Cuando volví fui candidata por el MAS. Y fue algo que me pasó por al lado, lo que me dio mucha sed de conocer más sobre cómo había sido ese momento tan extraordinario y único en nuestro país.

-¿Por qué cree que le apareció esta necesidad ahora?

-Es difícil. La escritora en la obra dice: los procesos creativos son misteriosos; las cosas llegan cuando tienen que llegar. Es como una serie de configuraciones que se van armando. Cuando veía tantas obras sobre el nazismo me preguntaba qué pasaba que no se hablaba acá de esto. Y se te va configurando y sedimentando algo que antes, no. Y eso a su vez te lleva a querer averiguar más y entonces te sentís más sólida para poder tocar esos temas. Y además, cómo los vas a tocar. Y no es fácil. Yo estuve en los primeros dos años en la comisión de lectura de Teatro por la Identidad. Y nos sucedía, que los textos que eran más ricos, por sus contradicciones, su ambigüedad, cuando llegaban a las Abuelas, eran rechazados. Decían que podía ser confuso. Eso también es un dato. Y creo que ahí uno no estaba permitiéndose la riqueza que tiene la complejidad. Y a mí me interesaba muchísimo que se generara en el espectáculo.

Comentario de la obra - Beatriz Pustilnik, dramaturga y docente




Vi el sábado pasado en el Camarín la obra. Me pareció un espectáculo excelente, lo pondré en el programa de la Facultad (Análisis de textos y espectáculos) así que mis alumnos irán a verlo son muchos (de la carrera de Arte Dramático de la Universidad del Salvador) Además me gustaría invitar a la directora a la Universidad después de que los chicos vean el espectáculo.
Beatriz Pustilnik

Comentario de la obra - Carlos Kravetz - Artista Plástico


Yo voy al teatro como espectador naif, no soy "gente de teatro". Por lo tanto mi mirada nunca es técnica. Y en tu obra en particular, menos, porque salí emocionado, conmovido. Luego me quedé pensando mil cosas... Algunas reflexiones me aparecían unos días después. Yo estaba en otra cosa, y me invadía algo relacionado con la obra... Te cuento que me sorprendió lo finamente tratado del tema. Uno podría pensar: - uf! otra obra sobre la dictadura! Pero el abordaje es distinto, es valiente, nada maniqueo, y me parece que como sociedad necesitamos eso. Vernos reflejados en el arte, para pensarnos un poco más saliendo de los esquemas habituales.
Todo eso, desde el pensamiento. pero el teatro es arte, y vuelvo a lo que te dije al principio: salí emocionado, conmovido, y pensando. Además, me deleitó la actuación de G. Saidón. Justa. sutil. Si una obra de arte nos emociona, nos deleita, y nos deja pensando....¿ qué más hace falta?

Carlos Kravetz.

Comentario de la obra - Juan Majdalani - Abogado/Escritor



Excelente dramaturgia. Excelentes actuaciones. Excelente puesta.Y una interesante variante sobre el tema universal represor-militante. Me quedé con la noción del amor nacido en la situaciòn màs imposible, màs extrema. La obra transita de tal forma que el espectador puede tejer historias que estàn insinuadas pero nunca informadas del todo. Esa es la magia. Todo continùa armándose en la cabeza del espectador que asì se suma a la dramaturgia desde su propia historia o psiquis particular. La elipsis constante conecta tres situaciones simultáneas con un común denominador amoroso ( amor a una causa, a una mujer, a un padre) y en paralelo merodea el opuesto que le da contraste: el odio ( al enemigo, al sobreviviente con mejor fortuna).
Siempre historias pequeñas coexisteron con la "Historia" de los libros. Insolitamente por adentro de la crueldad campea el amor y viceversa, en una forma de pasiòn verdaderamente extraña.

Juan Majdalani

Comentario de la obra - Elsa Drucaroff - Escritora




Esta obra vale la pena, tiene preguntas sobre los '70 que salen de los lugares comunes y contempla las distintas posiciones generacionales, es incómoda en el mejor sentido.
Elsa Drucaroff

Comentario de la obra - Carlos Ianni (Celcit)



Querida Susana: Como sabés, el domingo estuvimos presenciando
Esa extraña forma de pasión. Quiero felicitarte por la obra. Me parece un texto valioso, necesario, valiente y, además, oportuno. Alejado de cualquier maniqueísmo o gesta épica. Que asume, desde la escena, entre otras muchas puntas interesantes, la derrota y los errores que nos llevaron a tanto desgarro y muerte, a tantos sueños hechos polvo.... Desde hacía mucho tiempo que no salíamos con Teresita de ver un espectáculo que nos provocara el quedarnos charlando varias horas de lo que habíamos visto.
Abrazo.
Carlos Ianni.

Crítica - Diario Crítica de la Argentina 17/02/2010



TEATRO/ CRÍTICA / ESA EXTRAÑA FORMA DE PASIÓN

Un tríptico de los 70

La nueva obra de Susana Torres Molina presenta tres historias distintas y

diferidas en el tiempo para referirse a la violencia política.




El calificativo de “necesario” suele usarse como premio consuelo, entregado a algún hecho artístico o discursivo al que se valora la adecuación temporal (“pasó en el momento justo”), la valentía ante el silencio (“alguien tenía que decirlo”) o la ocurrencia inédita (“si no existiera, habría que inventarlo”), méritos históricos que de todos modos no alcanzan para refrendar bondades estéticas. Aplauso a las buenas intenciones, lo indispensable debía ser hecho pero, lástima, mejor. En el caso de Esa extraña forma de pasión, escrita y dirigida por Susana Torres Molina, no sólo cumple ampliamente con esa expectativa sino que cierra de manera contundente sin “necesidad” de favores comprensivos.La obra reflexiona sobre la violencia política de los años setenta y sus consecuencias presentes a través de tres momentos posibles que –si bien cada uno podría constituirse en una pieza per se– se desarrollan frente al espectador como la unidad de un montaje cinematográfico. “Loyola”, “Los Tilos” y “Sunset” son los títulos de estas tres historias distintas y diferidas que podrían comprenderse como capítulos de un mismo personaje o no, simplemente como recortes enhebrables por las asociaciones del público. A la derecha de la platea, comienza la obra con “Loyola”: ubicada en la actualidad, Manuel (Pablo Di Croce), un joven periodista hijo de un desaparecido a quien nunca conoció, entrevista a Beatriz (Adriana Genta), una escritora prestigiosa, militante en su juventud y ex detenida por la dictadura. La excusa de la charla es la publicación del último libro pero, poco a poco, Manuel revelará su verdadera intención, la de averiguar por qué Beatriz está a salvo y, aún más, buscará una respuesta a su soledad, al porqué de revolución o muerte. “Porque era el proyecto más fascinante con el que podías soñar”, contesta Beatriz. En el extremo izquierdo, la cama de un hotel alojamiento es el ámbito para “Los Tilos”: 1978, dos jóvenes militantes, Paco (Béla Arnau) y Celia (Fiorella Cominetti); él, cerrado, desesperadamente convencido de que ésa era la misión a cumplir; ella, en cambio, duda; los dos discuten, se culpan, también se acercan, sobre todo, tienen miedo. La cúpula de Montoneros ya está en el exilio y ellos en Buenos Aires, esperando un sentido más fuerte que la voluntad. Si en Potestad, Eduardo “Tato” Pavlovsky se metió en el alma de un apropiador de bebés durante la dictadura, Torres Molina centra en “Sunset”, el cuadro que mejor despliega el complejo perfil de los personajes, un triángulo de amor siniestro pero tal vez la única forma de salvación para una mujer bella y aterrada por la tortura: Laura, “la judía”, chupada en un centro de detención (Gabi Saidón), convertida en amante de un represor (Emiliano Díaz) y deseada por otro (Santiago Schefer), tratará de sobrevivir, a pesar de todo.

Así, los tres episodios esbozados por Torres Molina remiten a un trauma que aún no tiene ni tal vez tenga respuesta. En cada espectador, quedará el camino para encontrarlo.


Crítica - Diario La Nación 16/02/2010

Tres instancias del pasado más doloroso

    FOTO

    Tres instancias del pasado más dolorosoUna escena de la obra Foto: LA NACION

    Esa extraña forma de pasión, de Susana Torres Molina. Intérpretes: Béla Arnau, Fiorella Cominetti, Emiliano Díaz, Pablo Di Croce, Adriana Genta, Gabi Saidón y Santiago Schefer. Dirección: Susana Torres Molina. En El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960 (4862-0655), sábados, a las 22, y domingos, a las 20.30. Duración: 80 minutos.
    Nuestra opinión: Bueno




    Después de ver esta producción de Susana Torres Molina sobre la época de la represión en la Argentina, enseguida viene a la mente lo poco que los dramaturgos nacionales han tratado esta etapa del pasado, a excepción de los ciclos dedicados puntualmente a este tema. No es fácil y es muy doloroso; al menos eso se desprende de las imágenes de Esa extraña forma de pasión , obra concebida en tres estadios: dos, ubicados en el pasado ("Situación Sunset" y "Situación Los Tilos"), y uno, en el presente ("Situación Loyola").

    Quizá la complejidad del tema y la necesidad de acotar temporalmente la escena hayan hecho que muchos de los personajes se definan más por el discurso que por las acciones, y esa verbalización haya afectado la verosimilitud de su comportamiento, pero el planteo es inquietante.

    Situaciones de conflicto

    "Los tilos", situación ubicada a fines de los 70, presenta a una pareja de militantes: él, profundamente comprometido; ella, entre vacilaciones y temores, con mucha historia personal, no deja muy en claro cuál es realmente su compromiso ideológico.

    En "Situación Loyola", desarrollada en el presente, se produce el encuentro entre un periodista que va a hacer una entrevista a una escritora. El punto de conflicto se establece entre el joven, que no pudo conocer a su padre, víctima de la represión, y la intelectual, también comprometida en esa época, sobre quien el joven vuelca la sospecha de colaboracionismo o delación por el simple hecho de haber sobrevivido.

    En cambio, "Situación Sunset" es contundente porque tiene una estructura teatral sólida y los personajes se van definiendo por las acciones. Con una sutil pincelada que delata el síndrome de Estocolmo, registra la relación amorosa entre un represor y una detenida, circunstancia que se va desarrollando lentamente hasta el desenlace.

    Probablemente por las características del texto dramático, la actuación parece ajustarse al tono discursivo y los personajes no tienen base para exponer una profunda carnadura. Con esta mirada, es lógico que los trabajos más convincentes sean los de Gabi Saidón, Emiliano Díaz y Santiago Schefer, en "Situación Sunset".

    La puesta de Susana Torres Molina, en un único espacio escénico, establece cierta continuidad y fluidez entre las situaciones y, aunque a veces las resoluciones se ven un poco forzadas (entradas, salidas y permanencias de los personajes), consigue una dinámica precisa y un ritmo muy aceitado.

    Susana Freire

    Critica diario "El Día" de La Plata



    TEATRO CRITICA
    La fragilidad de las cosas

    Por EDUARDO GIORELLO

    Dice Susana Torres Molina acerca de su nuevo espectáculo, a modo de explicación de sus contenidos específicos, "los 70. Un pasado que no deja de inquietar". Y , agregamos nosotros, cómo no sentirse agobiados por un pasado aun no resuelto, con las dolorosas heridas abiertas todavía sin cicatrizar, con pérdidas aun no aclaradas debidamente, con búsquedas de explicaciones que no llegan, con polémicas puestas al día en estado de ebullición y complejas especulaciones filosóficas que no cierran de ninguna forma. Tampoco concluye definitivamente la pieza de Torres Molina, que no es más que una mirada panorámica y ascética sobre hechos y personajes vinculados a las oscuridades de un tiempo cercano y lejano a la vez. Era hora ya de analizarlo.

    Luego de cuarenta años las cosas pueden verse con una cierta objetividad y es lo que hace Susana Torres Molina, que en lugar de estructurar una pieza dramática en el sentido tradicional, prefiere un espectáculo donde pensamientos y algunas acciones se entrelazan conformando una urdimbre compleja y explosiva. A pesar de todo lo que ya se dijo y se polemizó sobre la década del 70 y de los grupos revolucionarios que actuaron en ella, los parapoliciales y la intelectualidad comprometida con la política y las luchas armadas, es válido este nuevo acercamiento a las cosas.

    En tres espacios yuxtapuestos se desarrollan acciones alternadas. No hay divisiones físicas entre ellas y en oportunidades, los personajes de una se mezclan con los de otra. La "Situación Sunset", que transcurre a finales de los setenta, interrelaciona tres personajes, Laura, Carlos y Miguel (interpretados por Gabi Saidón, Emiliano Díaz y Santiago Schefer); la "Situación Los tilos", también en los finales de los setenta incluye a Celia y Paco (con Fiorella Cominetti y Béla Arnau) y la "Situación Loyola", que ocurre en tiempo actual, reúne a Beatriz y Manuel (con Adriana Genta y Pablo Di Crocce). Las interpretaciones del elenco están signadas por la sequedad y la muy medida expresividad que les ha marcado la directora, que más que acudir a las reglas del melodrama tradicional usando los elementos trágicos con que contó como material teatral prefiere la asepsia quirúrgica de un informe estadístico, literario o científico, sin una toma de partido definida. De ahí que todo el espectáculo posea ese halo de monotonía y reiteración de conceptos y maneras de actuar ante los hechos propuestos.

    Si bien "Esa extraña forma de pasión" , como ya se dijo, no se cierra de manera contundente, dejando la posibilidad de una complementación por parte del espectador y teniendo en cuenta la rigurosidad de la puesta en escena, que pasa por la sobriedad y el clima desangelado, la recurrencia a ciertos temas que hacen a nuestra historia reciente como la inutilidad de la guerra militante, el destino final de los desaparecidos, la literatura que recoge esos hechos, la posición a veces vulnerable de los guerrilleros en acción y la hipocresía del medio y de los servicios convierten a este espectáculo en una renovada exposición, latiente sí, de las culpas y los errores pasados, abriéndose a las posibilidades de una nueva manera de comenzar.

    Entrevista a "Susana Torres Molina" Diario La Prensa





    LA DRAMATURGA Y DIRECTORA SUSANA TORRES MOLINA DICE QUE NUEVOS PARADIGMAS NUTREN SU ESCRITURA
    Producir observando el presente
    14.02.2010 | Dice que en la actualidad se produce un teatro y un cine más livianos. Propone nuevos interrogantes que inquieten al espectador. Estrenó recientemente "Esa extraña forma de pasión", en la que aporta una nueva mirada a la década del 70.
    Por Juan Carlos Fontana

    A veces un dramaturgo no sabe hasta mucho tiempo después qué motivó la escritura de una pieza. "Los procesos creativos son un misterio", dice a La Prensa la autora y directora Susana Torres Molina, que hace pocas semanas estrenó su última pieza, "Esa extraña forma de pasión", en El Camarín de las Musas.

    En esta pieza la escritora se refiere a tres situaciones, que aluden a una etapa oscura de la Argentina, la década de 1970.

    La escritura o el relato que de uno u otro refleje lo que le ocurre al ser humano cómo síntoma, o emergente de una época, forman parte de una poética que podría decirse despuntó en Susana Torres Molina, en el teatro, en la década de 1970, cuando publicó su primera obra: "Extraño juguete". Mientras que por algunas de sus últimas pieza ganó varios premios. Entre ellos el del Fondo Nacional de las Artes por "Ella"; el Faena a proyectos experimentales por "Manifiesto vs. Manifiesto"; a la vez que el Instituto Nacional del Teatro le otorgó la Beca a la creación, con la que se distingue a personalidades que se destacan en el ámbito de las artes.

    EL HECHO TEATRAL

    A lo largo de la nota Susana Torres Molina irá reseñando parte de su mirada sobre el hecho teatral, en el que puso de manifiesto espectáculos que marcaron una época, como "Amantíssima" en 1988, en su propia sala independiente El Hangar, una de los primeros teatros off, que fueron inaugurándose más tarde en los distintos barrios de ciudad.

    Antes de hablar de la década del 80 -por la que dice no sentir nostalgia- y en la que también dio a conocer "Espiral de fuego" (1985) y luego "Unio mystica" (1991), Torres Molina prefiere explicar los por qué de la reciente "Esa extraña forma de pasión", la tuvo que ver -indica- con que "por alguna razón, venía observando que en nuestra cartelera teatral, desde hace un tiempo atrás, varias piezas hablaban del nazismo y sus campos de concentración. Entonces me pregunté ¿por qué habiendo tenido en el país trescientos sesenta y pico de campos de concentración, nos referíamos a lo sucedido afuera, en lugar de hablar de lo que ocurrió acá? Así surgieron imágenes que fui anotando. Recopilé artículos periodísticos que me provocaron estupor, como por ejemplo, lo sucedido entre las prisioneras en Bahía Blanca durante un Año Nuevo. En esa nota se hablaba de que los represores y algunas prisioneras brindaban y bailaban y ellas lo hacían con los grilletes puestos".

    "También me contaron la anécdota de una joven pareja de militantes que en la clandestinidad no tienen un lugar para dormir y él le pide a ella que lo acompañe a pasar la noche a un hotel alojamiento. A eso se fueron sumando lecturas de libros, charlas con amigos que habían militado, algo de lo que nunca me había interesado hablar, pero que ahora surgió y como me ocurrió con otras piezas que escribí, eso fue configurando el material dramático de la obra".

    EL PROCESO DE ESCRITURA

    -¿De algún modo cree que su proceso de escritura teatral, luego cuando se lo ve en el escenario intenta dar respuesta a un tema, o un conflicto determinado?

    -Cuando aparece un tema que me interesa, trato de investigar, de querer averiguar más, pero no pretendo, ni quiero dar respuestas. Tampoco decir "yo siento que esto es la verdad". Los siete personajes de "Esa extraña..." tiene sus propios argumentos y contradicciones. Mi intención a través de la escritura es mostrar un panorama amplio y diverso.

    Como en otras piezas es el individuo, la persona de la que me interesa hablar. En la última pieza, un joven no entiende por qué su padre eligió "hacer" la revolución y se fue y no se quedó con él. Lo que me interesa es que el espectador observe, escuche, participe y saque sus propias conclusiones.

    -¿Como escritora considera que con esta obra de algún modo hace referencia a esta etapa por la que atraviesa la Argentina, de la que algunos opinan es una vuelta a la década de 1970?

    -No creo que sea así. Este momento tiene que ver con el despertar de algunos aspectos de la pasión por la política o las clases sociales polarizadas. Pero lejos estamos de cambios drásticos, en lo que refiere a la sociedad y a la política. Justamente por eso se da esa polaridad de clases. Algunas medidas actuales que se han tomado respecto de los derechos humanos, los juicios a los represores y medidas que atacan a los monopolios, si se hubieran aplicado en los "70 hubieran dejado más satisfecha a mucha gente.

    UN TEATRO CRITICO

    -Cuando escribe y dirige para el teatro, ¿qué le interesa que provoque su trabajo en el espectador?

    -Me interesa un teatro crítico, que inquiete e incite a pensar. A la vez que cuestionar las creencias y poner "patas para arriba" supuestas certezas. Eso es lo que me atrae y me interesa que me muestren como espectador cuando voy a ver una obra de teatro. Como público necesito que una pieza teatral me obligue a hacerme preguntas, me provoque. Este tipo de obras prácticamente no se ven. El teatro actual es más liviano, tal vez ingenioso, pero hasta te diría que lo político está mal visto. Lo bueno es su riqueza y variedad, porque hay piezas y temas para todos los gustos y necesidades.

    -En la década de 1980 usted misma presentó un "teatro de imágenes" que cuestionaba, provocaba. ¿Por qué cree que se perdió eso?

    -En la actualidad hasta el cine es más liviano. Internet ha generado nuevos paradigmas, nuevas formas de relacionarse. Todo es más rápido y no se sabe qué es realidad y qué es ficción. Sería absurdo pelear contra lo que sucede. Puedo elegir el teatro que quiero hacer y ver y es interesante nutrirnos de lo que sucede hoy. Luego cada uno asume la responsabilidad de satisfacer sus necesidades como artista. Sí es cierto que en la década de 1980 había obras de teatro realmente impactantes. Yo hice "Espiral de fuego", "Amantíssima". De Eduardo Pavlovsky se vió "Potestad" o "El resucitado" con Lorenzo Quinteros. También la llamada en aquel momento Organización Negra, puso en escena un espectáculo como "Uorc", en el que hablaban de la represión desde un lugar estético y con una participación impresionante del público.

    -¿Siente nostalgia por esa época?

    -No soy una persona que sienta nostalgia o melancolía por el pasado. Me inspira el presente y la misma energía y pasión que ponía en los "80, haciendo "Amantíssima" lo hago ahora con mi producción actual. Lo interesante es ver con qué cuento hoy y a partir de eso continuar creando.