Invitación al debate sobre el pasado presente.
ESA EXTRAÑA FORMA DE PASIÓN
No habrá más penas ni olvidos
Por Luis Mazas
Victimas y victimarios de los dos extremos militantes de la generación setentista, entre las tinieblas del proceso, propias y ajenas heroicidades y agachadas. Susana Torres Molina, autora y directora, reclama en Esa extraña forma de pasión el pago de viejas deudas con los desnudos y los muertos por el terrorismo de los oscuros ’70. Un friso de tres situaciones desplegadas sobre el escenario, intervenidas con técnica de cine. El espectáculo ensaya en ese formato tres situaciones de un pasado no resuelto: “Sunset”, “Los Tilos” y “Loyola”, nacidos de sendas historias propias, unidas y sesgadas por la contigüidad y el desgarro, que el drama expone por medio de un tenso “montaje de edición” por corte alternativo, recurrente y fragmentario, recompuesto en una vigorosa sucesión de continuidad.
Torres Molina urge a saldar deudas pendientes que, desde alguna arista encallecida, nos rozan aún, lateral o frontalmente. El compromiso entre militantes en la clandestinidad; la ambivalente relación entre reprimidos y represores en los también clandestinos campos de detención, la necesidad de reconstruir hoy la identidad de hijos de desaparecidos, contra la duda que pesa sobre supervivientes sospechados de traición por delación o entrega. Torres Molina deja el juego abierto a un final polifónico, pero no unánime. Instala la sospecha de lo imposible que es una neta objetividad, esa mirada única sobre un pasado acomodado entre el recuerdo ingrato y la desmemoria intencional o piadosa, el escamoteo conformista. Acaso en algunos años más, cuando ya ningún testigo contemporáneo quede, se pueda emitir sin interferencia una historia oficial, única y satisfactoria, como cualquier simplificación.
Polémica, ácida, dolorosa, aguda, Esa extraña forma de pasión funciona como despertador de la memoria activa. Formalmente es un ejercicio de estilo logrado y atractivo en su búsqueda experimental, que la autora y puestista pudiera intentar retener en formato de video, cuyo lente recupere la percepción de un observador arquetípico; su alter ego. El teatro será siempre un insuperable concierto de desconciertos, interrogantes y resonancias polifónicas, que los medios mecánicos, interactivos, multimediales, no podrán elevar sin mengua, por sobre su reflexión coral.
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